Y una vez más, papá, nos diste un gran aprendizaje. Siempre
he creído que tu corazón y tu mente no son de este mundo. Y las vidas así, tan
libres, a veces tienen que topar con la realidad.
Medio dormido y sin saber qué pasaba escuché del otro lado
del teléfono a mi mamá diciendo: “tu papá está bien, pero tuvo un accidente.”.
En ese momento no dimensioné lo que estaba escuchando y le dije un tonto “voy
para allá”, sin recordar que estaba a 500 kilómetros de distancia. Colgué y
empecé a pensar en esa terrible posibilidad, en eso que nunca quiero pensar:
que alguno de ustedes me falte algún día. Por una u otra razón me ha pasado por
la cabeza con cada uno de ustedes y siempre tiemblo. Apenas el viernes escribía
en el avión que no tenía miedo de morir y unas horas después estaba aterrado
ante la posibilidad de que eso le pasara a cualquiera de ustedes. Y sé que no
nos gusta hablar de eso, de la posibilidad de morir, pero estoy convencido que
considerar a la muerte, por lo menos de reojo, es la mejor forma de vivir.
Fue la sensación
horrible. Por las malas, quizás (aunque yo tengo la impresión de que fue por
las muy buenas), pero lo que sucedió el sábado me hizo repensar muchas cosas.
En cuestión de segundos uno está chocando dos copas y después el teléfono sonando
con una mala noticia. Y yo no quiero irme ni que se me vayan sin que sepan que
les amo con todo mi corazón. Que a mis 31 años no hay nada que se acerque,
siquiera un poco, al amor que siento por ustedes. Que me he tardado tanto en
escoger compañera de vida, quizás, porque tengo un equipo que me hace fuerte
(ustedes) y un ejemplo que parece inalcanzable de repetir. Que cada uno tiene
algo que cuando me acerco me hace pensar que estoy frente al mejor ser humano
de esta tierra. Y que estoy seguro que no me equivoco ni exagero, que sí son
las 4 personas más bonitas que Dios puso aquí y que me las puso a mi, en mi
barrio, en mi grupo, en mi hogar.
Nos diste una lección, papá. Nos recordaste que nada está
dado y que lo mejor es vivir agradecido. Aceptaste con humildad lo que pasó y
me mostraste una vez más que tienes el alma más pura que yo he visto. Y de
paso, con la ayuda de la líder de esta familia, mi jefa, nos sensibilizaste a
todos. “Nadie le recrimine nada” nos dijo y nos invitó a pensar en qué hubieras
hecho si nos hubiera pasado a nosotros. Y cuando me imaginé eso, solo te vi
ahí, a mi lado, diciéndome que no me preocupara, que saldríamos de esta como
hemos salido de todas. Y quiero que no te preocupes por nada tu tampoco. Que la
vida nos sigue dando oportunidades para valorar, para agradecer y para estar
cada vez más juntos y unidos. Dinero, esos pedacitos de papel que la gente
tanto nos peleamos, irán y vendrán, pero lo que nos enseñaste tu y mi mamá en
estos días eso nunca nos dejará.
Hay que apresurarnos a levantar la cabeza y dejar atrás el
mal sabor de boca para convertirlo en una mejor forma de disfrutar la fortuna
que es tener esta familia. Sigamos siendo cómplices frente al mundo.
Ayudándonos a tapar nuestros errores y a hacer grandes nuestras virtudes.
Seamos esos mosqueteros que siempre estarán para todos. Y no dejemos de
voltear, de vez en vez, al cielo para guiñar el ojo y decirle al que siempre
nos ve: Gracias por mi familia, gracias por mi hogar, gracias por mi mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario