domingo, 4 de noviembre de 2012

Si tan solo...


Si tuviera un poco más de tiempo, todo sería diferente. Tendríamos grandes cielos para que uno a uno pudiéramos olvidar los infiernos. Conversaríamos mucho, tanto que en algún punto sentiríamos estar hablando con nosotros mismos. Te besaría. Desde luego que te besaría. Mucho. Tus labios no alcanzarían, siquiera, a reponerse cuando ya te estaría besando otra vez. Dejaría todo, pues tu te convertirías en todo. Si tan solo tuviera un poco más de tiempo.

Si tuviera una bicicleta mejor equipada, dejaría algunos días el auto en casa y rodaría sin presión. Dedicaría el camino a la ciudad, ofrecería cada pedaleo a mi gente, sabiendo que estoy ayudando a mejorar la pureza del oxigeno global. Sería un mejor ciudadano, me interesaría en evitar la tragedia de los comunes, porque la haría propia. Si tan solo tuviera una bicicleta mejor equipada.

Si tuviera menos dudas, tomaría mejores decisiones. Buscaría paz y la encontraría. No iría a dormir en confusión, buscaría la tranquilidad y contribuiría a que tu también la encontraras. Sería más simple, actuaría según mi conciencia y no permitiría que lo verdadero me fuera arrebatado por lo incierto. Si tan solo tuviera menos dudas.

Si tuviera un día más de vida, si solo unas horas, si no escribiera esto ya sin aliento ni latido, te juro que no perdería un solo segundo más pensando en lo que no está y viviría lo real. Empezaría, por ejemplo, por dejar de esperar y comenzar a amar. Si tan solo tuviera un poco más de tiempo, todo sería diferente.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Aires encontrados



Nunca como hoy había sido tan consciente de mi respiración. Me sitúo en mis pulmones y percibo perfectamente todo el proceso de intercambio de aire que sucede en ese lugar. Ahí está la primer bocanada que entra, puedo verla, de un color verde,  puro y que como viento, se toca ligero. Llega la siguiente renovación y el aire que parecía perfecto, en segundos y sin darme cuenta, ya estaba convertido en un smog estilo centro de la ciudad a las 2:30 de la tarde. Me alivia ver que esa horrible nube gris, pesada ya se va de aquí y en su lugar entra una nueva corriente verde, pura y ligera. Espero que esta vez no se convierta en smog, pero espero estúpida y egoístamente. Rápidamente también sufre la polución.

Primero me resisto un poco, pero después empiezo a comprender que el hecho de que ese aire se contamine tiene una razón de ser. Podríamos decir que es un sacrificado, que absorbe las sustancias nocivas de nuestro sistema respiratorio y, cual chivo expiatorio, ofrece su vida a cambio de filtrar lo que circula por ahí. Es entonces cuando entiendo que, aunque parezca lo contrario, es más importante y valioso el aire oscuro y pesado, que aquel brillante y armonioso viento que entró al principio.

Estando ahí parado, dentro de mi pulmón, por más raro que suene, empiezo a sentir miedo.  Algo de lo que me siento orgulloso, es que en estos últimos días, he aprendido a enfrentar al miedo. No sé exactamente cuándo ni por qué, pero me doy cuenta del error que hemos cometido como humanos al negar nuestra propia condición y crear clichés que dicen que “no hay que tenerle miedo a nada”, que “el miedo está en nuestra mente” y que “está en nuestras manos derrumbar todos los miedos”.  Nada más falso. El miedo es uno de los sentimientos más reales y humanos que existen. El miedo expresa nuestra condición de frágiles, de débiles y por lo mismo nos obliga a lo mejor. Imagino un mundo sin miedo y lo único que veo es personas autosuficientes, viviendo sus vidas con definición, sin la necesidad de los demás, haciendo muchas cosas, pero amando poco… Lo imagino y de inmediato lo aborrezco. Así como aborrezco la idea de que tener miedo sea malo. Acepto y hasta quiero mis miedos. Bien tratados, sacan lo mejor de mi.

Y no, no es claustrofobia lo que siento(porque estar adentro de un pulmón debe causar claustrofobia, me imagino, pero no).  Es miedo. Es ese miedo que regularmente acompaña a mi constante tendencia a preguntarme el por qué de cada pinche cosa, es el miedo de no tener la respuesta o de darme cuenta que la respuesta en la que creí siempre, siempre estuvo mal. Y es que así fue. Creí sin dudar que un mundo lleno de armonía, pureza y claridad, llevaría a la plenitud. Creí que los aires verdes y limpios eran los que daban la felicidad. Hoy puedo decir con certeza que no es así. Es en lo gris, en lo oscuro, en lo confuso y pesado, donde se encuentra la plenitud. Simple y sencillamente porque en esos feos vientos se esconde una parte importante de la realidad, una parte que no podemos negar, ocultar y que ni siquiera quisiéramos eliminar. Es ahí donde están las desilusiones, los fracasos, las tristezas, los errores, las pérdidas, las dudas y todos aquellos sinsabores que le dan sentido a lo demás. Es ahí donde está el miedo… Ese hermoso miedo que nos mantiene más vivos que cuando pensamos que todo está bien.

Sigo observando el proceso de mi respiración y ese miedo empieza a tomar forma de tranquilidad. Me doy cuenta que incluso en la contaminación se es feliz. Entiendo que lo importante no es buscar siempre la pureza y perfección, sino más bien confiar en que se mudará… y mientras, disfrutar el glorioso espectáculo de sustitución de aires, donde el momento más bello no es cuando el aire limpio acaba de entrar, sino cuando se combinan los verdes con los grises, los puros con los sucios, formando un nuevo tono, más completo, más estético y más perfecto incluso que sus colores madre.

martes, 3 de julio de 2012

¡Bendito seas, Peña Nieto!


He pasado por varios sentimientos esta noche. Estuve emputado (perdón por la palabra, pero no encontré otra que lo describiera mejor. Intenté escribiendo enojado o hasta encabronado, pero ninguna se ajustaba tanto a la realidad), después triste, herido… Decepcionado.

No quiero llegar a la famosa conclusión de que “El pueblo tiene el gobierno que merece” aunque parezca atractivo hacerlo. Porque claro que la gente no merece eso. El señor que se levantó temprano y está esperando el camión, con la cabeza hecha pedazos pensando en cómo le va a hacer para poder pagar todas las malditas deudas que tiene; que trabaja 12 horas diarias en algo que no le gusta para poder medio mantener a sus hijos y que aún así no logra hacerlo; y que ayer, dentro de sus problemas, leyó un volante que le prometía “Transporte público para todos los estudiantes” y decidió ir a votar por eso, sabiendo de antemano que de todas formas los políticos no cumplen… Él no se merece que le vean la cara. Él no sabe que es presupuestal y socialmente inviable que le paguen el transporte a todos. Él lo único que hizo fue votar por lo que en ese momento le duele.


Todos hablamos del papel que jugarían los jóvenes en esta elección. Hasta los políticos, fueran jóvenes o no, retomaron ese discurso. “Hoy más que nunca, los jóvenes van a decidir la elección.” Escuchábamos que nos decían. “Vamos a gobernar de la mano de los jóvenes” vimos en algún spot de televisión. “Los jóvenes deben ser escuchados.” y muchos más mensajes dirigieron a nosotros… Pero en realidad nadie hizo nada para sumarse al ideal joven. Y cuando digo que nadie hizo nada, también me refiero a nosotros. A nosotros que nos conformamos con que nos permitieran pegar calcas y ser brazos operativos. A nosotros que jamás levantamos la voz ante una mala idea, un falso discurso o un espacio simulado para nosotros. No es culpa de una persona, todos le aportamos un poco a la construcción de esa gran mentira llamada “política joven”. Y ahí estábamos muchos de nosotros, utilizando discursos que bien pudieran decirlos nuestros abuelos, del bien común, de la libertad, de la igualdad, del PRI de hace 40 años, de Díaz Ordaz y de los estudiantes del 68, cuando el joven ciudadano actual nació desconfiando de palabras tan grandes y viejas como esas.

Y después del emputamiento y la decepción, tanto de lo que nos faltó hacer a nosotros, como de la mala decisión que tomamos como nación, no sé cómo ni por qué, pero pasé a la esperanza.

¡Puta madre!, pensé (no sé si solo sea yo, pero a veces uno piensa en groserías). “No hemos perdido nada. Al contrario. Nos dieron una sacudida tan, pero tan fuerte que el que no despierte es porque no estaba dormido, sino muerto y a los muertos hay que enterrarlos, porque si no apestan el ambiente”.

Si esto nos va a servir para darnos cuenta que nuestras filas se estaban llenado de interesados, que nuestras acciones de grilla y nuestras palabras de vejez, pues entonces Bendito Seas Peña Nieto. Esto vendrá a ser como aquel fuerte accidente en la vida de un joven que ya estaba perdiendo el rumbo y que ese golpe de vida lo hizo volver y recuperar lo que parecía perdido.

Bendito seas Peña Nieto que has despertado a una generación. 
Bendito seas porque tu falsa sonrisa, tu discurso mentiroso y todo lo que representas, ha hecho que jóvenes que nunca antes se habían animado a alzar la voz, hoy te van a gritar cada vez que puedan.
Bendito seas porque despertaste un movimiento como el #YoSoy132 Pero sobre todo, Bendito seas porque acabas de accionar algo más grande y más fuerte… nos acabas de dar una razón más para luchar a los jóvenes, a los que sí tenemos ideales y a los que no vas a poder parar. 
Bendito seas, porque a ti te vamos a ofrecer el doble de sensibilidad, de trabajo y de preparación, para que en 6 años, ese mismo señor que está esperando el camión tenga información y educación suficiente como para no permitir que le vuelvas a mentir y entonces sí podamos afirmar que el pueblo tiene al gobierno que se merece.