sábado, 19 de junio de 2010

Bienvenido, Monsiváis



Gracias Monsiváis.


A veces, en medio del absurdo circo de la vida, dejamos de ver y de oír, ignoramos y dejamos pasar, creamos una extraordinaria capacidad de tolerar y de aceptar lo inaceptable, dejamos de pensar y de reflexionar llegando a la terrible condición de la inmovilidad.

A veces, nos llegamos a convencer de que cerrando los ojos dejaremos de ver y por consecuencia dejará de suceder todo; y si no lo veo, no existe; y si no existe, no me importa; y si no me importa, no me afecta. Así continúa la vida de los grises, de los más. De los muertos que respiran pero no existen, que duermen pero no sueñan, que memorizan pero no piensan, que repiten pero no reflexionan, que se mueven pero no actúan, que sonríen pero no muerden.

Pero hay algunos que deciden seguir viendo, seguir sintiendo; algunos que decidieron vivir con el aguijón clavado, con el veneno en sus venas, con la realidad taladrando la cordura, con la estupidez dislocando la razón, con la mentiras enquistada en la memoria, con la burla quemándoles los ojos. Ellos, los menos, caminan con los ojos abiertos y los oídos alertas, deambulan con la historia que conocen, que viven y que no olvidan, que interpretan, que mastican y que luego escupen. 

Monsiváis es uno de ellos. Conoce el poder de la complejidad que es su aliada, la disfruta, la estira, la dobla y después la mezcla con ideas que desde hace años caminan con la historia de este país. Él no se conforma con las buenas ideas, no le basta lo bien escrito, no le sacia lo aceptable. Monsiváis es insaciable, ve lo que pocos ven y corta donde más duele; ahí, justo ahí, soberbio, construye sus líneas o deja caer sus palabras, según sea el caso.

Monsiváis es la memoria colectiva, las cosas que no se dicen, el alfiler escondido y filoso, el dolor de cabeza, el que sobrevivió a los peores tiempos y ahora, más agudo, se deleita con la estupidez humana para instaurar su crítica que reconstruye al mundo. 

Monsiváis es cómplice de su conocimiento y pensamiento, de las letras y la palabra, del idioma y la cultura; juntos, tazan complejos crucigramas que descifra todo aquel que decide respirar, todo aquel que quiere despertar.

Monsiváis crea laberintos llenos de palabras que si escuchas, sólo si escuchas, te transportaran en una aventura que irremediablemente te llevará a ese lugar en el que vive la reflexión y la razón.



viernes, 11 de junio de 2010

QUE SUENEN LOS TAMBORES !



En unas horas dará inicio una edición más del Mundial de Futbol y yo, esta noche no dormiré.

Mi cabeza está revolucionada, mi corazón, les juro, late más fuerte (o por lo menos así se siente) y mis ojos tienen un brillo especial, de ese que te identifica cuando estás enamorado. No, es un hecho, hoy no dormiré.

Desde ahora empiezan los rituales. Comienzo por abandonar la rutina individual y empiezo a transformarme en un yo plural, en un yo mexicano. Porque digan lo que digan los mexicanos vivimos de manera distinta el futbol. Me queda claro que apoyar a la selección no es la máxima expresión de nacionalismo, pero seríamos unos desertores si huyéramos de nuestra esencia apasionada, entregada, abandonada en todo aquello que involucre nuestro himno, nuestra bandera… a nuestra gente. El mexicano no apoya a su selección porque sea la mejor. Somos unos fundamentalistas que no aceptamos argumentaciones, porque la razón no importa aquí. Importa el sentimiento. No vale la pena intentar explicar la pasión. Porque si no todos apoyaríamos a la selección que más partidos gana.
Ya está todo listo. No hay tonos grises. Por más que haya muchos colores en las canchas, todo se convierte en blanco o negro. Estamos nosotros y están ellos. Y Nosotros somos los mejores. Ellos son tramposos. Ellos compran a los árbitros. Ellos son los cobardes. Los pechofríos. Perdedores aunque ganen. Para eso está el mexicano, para cantarle al mundo esas verdades. Para gritarle a una televisión y confiar en que entre más fuerte grites, quizás puedas, con las ganas, pegarle a la pelota y desviarla unos centímetros para que entre al arco.

Tal vez sería aventurado afirmar que las tantas ideas que vuelan en mi cabeza y los tantos sentimientos que afloran por mi piel están en el nivel más intenso que jamás han estado, pero tengo que decir que así es. Y tal vez me equivoque, pero ¿saben qué? Me importa un carajo!

Muchos creen que es estúpido tomarse un evento como este tan en serio. Yo no creo que sea tonto, yo estoy seguro de que lo es. Y eso, justamente eso, es lo maravilloso de esto, el no poder controlarlo, el estar escribiendo a las 2 de la mañana sobre lo más irrelevante e improductivo que hay, pero también lo que en estos momentos me mantiene soñando, imaginando, gozando.

Qué suenen los tambores. Que comience la justa del deporte más hermoso del mundo. Caigamos en la pasión estúpida, en la entrega irracional, en la emoción sinsentido… no vaya ser que nos llegue la vida y nos encuentre pensando, en lugar de viviendo.



Alejandro Hermosillo, a unas horas del mundial de Sudáfrica 2010

lunes, 3 de mayo de 2010

Mi primera vez


Todo empezó cuando realizaba una cirugía a cajón abierto de mis memorias. Esto no suele ocurrir con frecuencia porque más bien respeto ese lugar. Lo abro de vez en cuando, pero más bien lo hago para meter algo y temeroso vuelvo a cerrarlo, no vaya ser que algo se escape.

Sin embargo, hoy decidí entrar ahí. Así es que me armé de valor, respiré profundo y comencé con la exploración.

El reporte final arrojó resultados bastante difíciles de interpretar por su nula similitud de variables. Y con razón, pues cómo puedes dar una conclusión cuando hubo carcajadas, pero también nudos, sonrisas, pero suspiros también… sobre todo suspiros.

Lo mejor de la operación vino cuando te encontré. Estabas a punto de romperte, olvidado, sucio y maltratado y sin embargo eres muy importante para mí. Eres lo primero que escribí en mi vida.

Cuando comencé a leerte me detuve un poco para hacer la reconstrucción de los hechos. Fueron más de 5 años atrás. Fue un día lleno de nostalgia, como habían sido los últimos anteriores. Mi cabeza estaba clara, organizada y dispuesta, pero mi corazón no. Los sentimientos de aquel día llegaron al límite, tomé las llaves de mi carro y conduje a donde sea. Estaba buscando el lugar más solo del mundo, donde no hubiera movimiento, donde nadie me viera, donde pudiera solo sentir. Cabe decir que no lo encontré, pero en su defecto me detuve en el estacionamiento de Plaza San Isidro. La actividad de la plaza había terminado, excepto la de la Farmacia Guadalajara que no se detendría nunca, pero estaba tan lejos de mi que no me iba a importunar en lo que tenía que hacer.

Así es que comencé. Saqué una pluma y una hoja y empezaron mis primeras oraciones.

En el tiempo que llevo escribiendo ha habido dos momentos que cambiaron mi vida. El primero, sin duda, fue aquel día cuando descubrí una nueva pasión; y el segundo sería el día de hoy, cuando la redescubro. Y digo que la redescubro porque al leer ese pequeño primer escrito me doy cuenta de lo malhecho, irrelevante y estúpido que es lo que escribo. Reviso y reviso mi “gran obra literaria” y reafirmo que si de algo carece, es de interés.

Mucho tiempo después de mi primera vez, empiezo a entender que lo que yo consideraba como “mi forma de cambiar al mundo” es algo que no lo hace, ni siquiera infinitesimalmente. Me doy cuenta que la vida sería precisamente igual con o sin mis escritos y que a nadie le importa lo que exprese o deje de expresar.

Lo mejor de todo es que al encontrar mi primer escrito y compararlo con los de hoy, puedo ver que no han cambiado mucho, siguen siendo intrascendentes y mediocres, pero por eso, justamente por eso es que disfruto tanto hacerlo.

Y mientras siga teniendo hojas, plumas y sentimientos, seguiré haciéndolo. Seguiré encontrándome solo en un estacionamiento siendo auténticamente yo y nadie más, seguiré encontrando a Dios en cada palabra que dibujo, seguiré cambiando al mundo mediante la forma más inefectiva e improductiva, pero también la más mía.

Alejandro Hermosillo, 3 de mayo de 2010

jueves, 29 de abril de 2010

El racismo hecho ley


Tiene 47 años, el cabello lleno de canas y los ojos de tristeza. El solo escuchar como su voz se entrecorta cada que trata de responder las preguntas de la reportera, les juro que me hace sentir un nudo en la garganta.

Trae 6 dólares consigo. La que lo entrevista no le cree hasta que él saca su cartera y se lo demuestra. Acaba de pagar el alquiler que debía y se quedó con menos de lo que se gana normalmente por hora.
Su familia está lejos, pero sus sueños están aún más. Se llama Raúl Chávez, vive en Phoenix, Arizona y a partir de ahora es un criminal. Su delito: cruzar una frontera política buscando llevarle alimento a su familia. No es asesino, no es secuestrador, no es ratero ni violador, pero será perseguido como si lo fuera. “No entiendo qué daño les podemos hacer. Solo venimos a trabajar” dice Raúl al micrófono, con toda la razón de su parte. No pide lujos, no pide regalos, solo pide trabajo y eso, desde el 20 de abril, se pena con cárcel.

Con la aprobación de la Ley SB1070 en Arizona, Raúl y otros 600 mil mexicanos, aproximadamente, serán tratados como delincuentes hasta que prueben lo contrario.

El racismo hecho ley, en la SB1070, establece que los inmigrantes ilegales son criminales con castigos desde 4 años en prisión, mientras que los legales deben cargar en todo momento los documentos que comprueben su estancia legal en Estados Unidos, y además faculta a policías para interrogar e identificar el estatus migratorio de quienes resulten “sospechosos”.

Para efectos prácticos debemos sustituir la palabra “sospechosos” por “morenos” (como será el caso) y lo que tendremos es un estado policía que hostigará a 29% de sus ciudadanos, los de ascendencia mexicana. En la realidad no es una ley antimigrantes, es una ley antilatinos, antimexicanos, porque honestamente no creo que le pidan sus papeles a los migrantes alemanes, holandeses o suecos porque cada güero resultaría “sospechoso”, entonces.

Todo esto en el mejor de los supuestos, donde lo peor que sucederá es que nuestros mexicanos allá van a tener que enseñar sus papeles una y otra vez, pero no es así. Las implicaciones de esta ley van más allá. Obliga a los patrones a verificar si sus empleados están autorizados a trabajar de manera legal en EU mediante un sistema electrónico llamado Verify al cual deben afiliarse, y por supuesto, impone sanciones, incluso más fuertes que las contempladas por el gobierno federal, a quienes contraten en forma consciente a inmigrantes indocumentados, al amenazar con cerrar los negocios y empresas de los que lo hagan. También convierte en delincuente al que albergue a un indocumentado o al que lleve uno en su carro.

Hablando claramente, cualquiera que tenga alguna muestra de humanismo con un indocumentado puede ser castigado también. A alguien se le ocurrió que los mexicanos y los latinos no tienen derecho a la salud, a caminar por la calle, a conseguir un trabajo honrado, a acercarse a los residentes pues el resultado sería que peor que animales serían rechazados, hasta por seguridad y con justificaciones legales. Como si no bastara con el rechazo natural que muchos de nuestros connacionales reciben allá, ahora, motivado por la legislación, serán víctimas de los tratos más inhumanos y denigrantes.

Pasé muchos días tratando de entender a las personas que promovieron esta ley. Traté de ponerme en sus zapatos y pensar como “gringo culero” y entendí algo de lo que están haciendo, pero aún así hay una parte que no logro comprender. La parte en donde se les olvidó que, sin importar su nacionalidad o color, son seres humanos. La parte donde duermen tranquilos sabiendo que gracias a su reforma hay personas lastimadas, con ganas de llorar, con dificultades para seguir viviendo o incluso con deseos de no seguir haciéndolo.

Ya me han dicho que es una cuestión política, pues la Gobernadora de Arizona, Jane Brewer, tiene aspiraciones de reelegirse y necesita mandar un mensaje a los militantes del partido republicano y a toda la población que no quiere a los migrantes, pero ¡carajo! Ni las ambiciones personales, ni las partidistas, vaya pues, ni la política, ni la economía está por encima de las personas.

Y saben que es lo más irónico, pero también lo que más me ha enseñado, que cuando la reportera le pregunta a Raúl, con miras en obtener insultos y ofensas, sobre qué le diría a los que aprobaron esta ley, él contesto con simplicidad: “Que nunca fue mi intención dañar a nadie. Que me gustaría estar en otra situación, donde yo estuviera en mi país, con mi familia y que ellos fueran los que estuvieran ahí, pidiendo trabajo y consideración, para entonces yo ofrecerles mi casa y vieran que no somos tan malos”.

NO A LA SB1070 PORQUE ES RACISTA, VIOLATORIA E INHUMANA!

Alejandro Hermosillo, jueves 29 de abril de 2010

sábado, 20 de febrero de 2010

Tal vez...


Sabina se está encargando de la música del momento. Ya me llevó desde “Amor se llama el juego”, pasó por “Peor para el sol” y en estos momentos toca “Contigo”. Más allá se escucha la respiración de mi hermano dormido. Ese cuasi ronquido que a algunos incomodaría, pero que a mi tantas veces me ha hecho creer.

Algo me hace sentir que todo está conspirando para evidenciar que lo único que tengo claro en este instante es la confusión. De hecho ya no sé si pueda llamarla así. A estas alturas, y después de una vida en suma difusa, me pongo a pensar qué es lo verdaderamente distorsionado, si la incertidumbre o la claridad. Al parecer, las ocasiones en las que me he sentido más seguro de lo que pasa son las veces que he estado más confundido en realidad. Tal vez la confusión sea un estado constante y no una etapa y en los momentos en que menos sabemos cosas con certeza es cuando nos sentimos más despejados. Tal vez soy necio en pensar que mis preguntas tendrán respuesta. Tal vez lo más a lo que puedo aspirar es a tener bien definidas esas preguntas y tener claridad no en la respuesta, sino en que la ausencia de ella me acompañará por siempre. Tal vez aceptando esto, dejaría de pasarme las manos por el rostro, quitaría mi cara de angustia, tendría menos problemas estomacales y podría dormirme ya, a las 4:07 am.

Lo que en verdad me jode es que también siempre está presente el "tal vez no".


Alejandro H. 20 de febrero de 2010, 4:10 am