miércoles, 21 de agosto de 2013

Correr desnudo por Chapultepec




¿Estoy loco yo o están locos los demás? Es una pregunta que torturó a Einstein hace mucho tiempo y que hoy me tiene igual de angustiado. No me estoy comparando con Albert, tranquilos. Seguramente, además de él y yo, muchos nos hemos hecho esa pregunta continuamente.

Hoy, 21 de agosto, puedo decir que tengo la respuesta: Estoy bien pinche loco. Y, por si no lo sabían, en los grados de locura, el nivel “bien pinche” es el más alto que existe. Lo dice la ciencia, a mi no me digan.

No sé si para que me lo crean a plenitud y se hagan a la idea de mi enloquecimiento sea necesario que salga desnudo a la calle o empiece a hablar con los animales. Si es así, puedo hacerlo eh, sin problemas. Lo que sea porque de una vez por todas me vean pasar y digan: “Ese wey está loco”. Y cuando el otro pregunte: “¿En serio?” ustedes puedan decir: “Sí, lo vi encuerado corriendo por Chapultepec”. Así ya no quedarán dudas y podré pasearme por ahí con una etiqueta en la frente (implícita, no visible) que diga “Cuidado, hombre con deformaciones mentales”.

Sí, creo que es lo mejor que me pudiera pasar. Júzguenme loco, por favor. El ruido interior y exterior necesita ser callado con un determinante: “¡Basta! Estoy loco.”.

Recuerdo una conversación que tuve hace tiempo con un gran amigo, egresado de Psicología, con maestría y todo el Pedigree que quieran. Aquel día me decía que, de alguna forma, lo que él intentaba hacer cuando tenía un paciente, no era “estabilizar” la mente, sino administrar la locura. “Lo mejor que podemos hacer frente a la vida, es sabernos locos” recuerdo que me dijo.

Y no es el único. Naoko le escribió a Toru algo muy parecido. Naoko es aquella bonita japonesa de 20 años, coprotagonista de Tokio Blues, novela de Haruki Murakami, quien después del suicidio de su novio, se interna en un Sanatorio (Residencia AMI), desde donde escribe esta descripción del lugar donde se encuentra con destinatario el personaje principal (repito, está en un manicomio):

“Me sucede algo extraño, cuando miro a mi alrededor dejo de discernir quién es quién y todos me parecen deformados.

Un día se lo dije a mi medico y me respondió que mi impresión era, en cierto modo, correcta. Me explicó que no estamos aquí para corregir nuestras deformaciones, sino para acostumbrarnos a ellas. Afirmó que uno de nuestros problemas (de los locos) es la incapacidad de reconocerlas y aceptarlas. Y que, al igual que todos los seres humanos, tenemos un modo peculiar de andar, de sentir, de pensar y de ver las cosas, y que, por más que intentemos corregirlas, jamás lo conseguiremos. Al contrario, si intentamos corregirlas a la fuerza, únicamente lograremos que se resientan otros aspectos. No hace falta decir que esto es una simplificación y que sólo recoge una parte de los problemas que tenemos, pero entendí muy bien lo que trataba de decirme. Tal vez somos incapaces de adaptarnos a nuestras deformaciones. Y, por lo tanto, posiblemente no podamos aceptar el dolor y el sufrimiento reales que provocan. Estamos aquí para huir de todo ello. Mientras nos quedemos aquí, no haremos sufrir a los demás ni los demás nos harán sufrir a nosotros. Porque todos nosotros sabemos que "estamos deformados". Esto es lo que nos distingue del mundo exterior. En él mucha gente vive sin ser consciente de sus deformaciones. Pero en este pequeño mundo, la deformación es la premisa. La llevamos en nuestro cuerpo, al igual que los indios llevaban en la cabeza las plumas que indicaban la tribu a la que pertenecían. Vivimos en silencio para no herirnos los unos a los otros.”

Leer ese extracto clarificó muchas cosas en mi vida. La locura más grave es querer ser cuerdo. La cordura más pacífica es saberse locos.

Cuando identificamos a alguien como “loco” dejamos de pelear con él. Entendemos que se salió del molde y que será imposible regresarlo. Lo escuchamos, pero no ponemos tanta atención en la coherencia de sus palabras. “No te preocupes, está loco” decimos. Lo vemos cometer estupideces y hacer cosas que (según nosotros) no haríamos, pero no luchamos contra eso. Para qué, si está loco.

Creo que hacemos lo mismo con nosotros mismos. Si nos asumimos como trastornados, nos permitimos equivocarnos sin escrúpulo. Bajamos nuestra línea de exigencia y empezamos a querernos aún con tanta falla.

Allá ustedes y su eterna lucha por ser cuerdos o perfectos. Allá sus duros juicios con ustedes y con los demás. Nosotros los locos somos seres perdidos, que estamos en este mundo solo para regarla y disfrutar el error mismo. Nosotros los locos sabemos que no debemos apostarle a nuestras fuerzas, ni a nuestra inteligencia, ni a nuestra voluntad, sino simplemente tener fe.

Es por eso que veo en esta declaración de demencia la mejor salida a esa falsa búsqueda de perfección que a veces me agobia. A partir de esto, puedo dedicarme, por fin, a vivir. De la única forma posible que existe: con deformaciones, estupideces, malas decisiones, errores y, sobre todo, locuras, con muchas locuras.



lunes, 12 de agosto de 2013

PROPUESTA: ¡Menos PARQUIMETROS, MÁS SEGURIDAD!




Altavoz es un movimiento que surgió para trabajar con los ciudadanos, para hacer que su voz se escuche. Es por eso que desde nuestro origen nos definimos como una organización ciudadana que más que protesta, hacemos propuesta.

Decidimos hacerlo directamente ahí, en donde los problemas diarios lastiman más, en donde las soluciones son cada vez más necesarias: en las calles, en las colonias, en los espacios públicos, pero también tocando puertas y entrando a las casas.

Hoy más que nunca hemos detectado la sensación de inseguridad que vive la gente. Ya sea en la Zona Centro, en la Zona Minerva, en la Zona de Chapultepec, Santa Tere,  Cruz del Sur,  o en El Alamo y la Zona Industrial, la gente tiene miedo. Miedo de salir a las calles, miedo de que sus hijos jueguen en la cuadra, miedo de ir al centro a hacer las compras y que alguien te arrebate el dinero de la quincena sin que nadie haga nada.

Definitivamente no podemos permanecer estáticos ante esta situación. Hemos escuchado ya la voz de la gente y hoy queremos que el ALTAVOZ que implica la unión social logre que empiece a haber más soluciones y menos discursos de justificación.

Es por eso que nos hemos dado a la tarea de ir más allá de las ya comunes quejas sociales. Claro que necesitamos mayor número de policías recorriendo las calles, claro que necesitamos sanciones más severas contra quienes son detenidos por delitos que atentan contra la seguridad de la gente, claro que le pedimos al alcalde Ramiro Hernández que limpie las estructuras policiacas para que haya menos casos de corrupción y más de protección ciudadana… Pero hoy estamos aquí con una propuesta específica, innovadora y joven de cómo proteger más al ciudadano ante la inseguridad y de paso, cómo hacer más justo y eficiente el cobro de cuotas y multas en los parquímetros municipales.

Todo hemos visto agentes municipales vigilando el pago de los parquímetros en las calles de Guadalajara. Aproximadamente hay 79 funcionarios recorriendo los principales cuadros de la ciudad, caminando las calles que les corresponden, esperando que alguien no cubra con la cuota para, inmediatamente, hacerle un folio.

Haciendo un análisis profundo, coinciden las zonas donde hay más parquímetros con las zonas donde los delitos son más recurrentes. La Zona Centro, las cercanías de Chapultepec, la Zona Minerva, Cruz del Sur, Santa Tere. Ahí, donde todos los días hay gente a quienes nos roban autopartes, celulares, computadoras o dinero en efectivo, ahí también hay muchos agentes municipales recorriendo las calles.

Pero después de investigar a fondo, nos ha sorprendido saber que quienes te ponen esa infracción NO SON SERVIDORES PÚBLICOS, no son empleados del Ayuntamiento, sino que son empleados de la empresa METROMETERS quien el 26 de abril de 2011 firmaron un convenio con el Gobierno del entonces Alcalde Aristóteles Sandoval (hoy Gobernador) para que ellos pudieran aplicar las multas y ganarse el 50% de cada multa que pongan. Es decir, hay una empresa privada cobrándote lo que por ley solo te debería cobrar una autoridad gubernamental… y lo peor, llevándose el 50% de eso.

Con este antecedente es entendible que las multas por parquímetros pasaron de 140 pesos en 2010 a 345 pesos en 2013. Los ciudadanos de calle estamos pagándole a una empresa… por infraccionarnos. Sin garantizar seguridad, sin que esto proporcione un bien a la ciudad. Sin ningún benefició, salvo el beneficio de unos cuantos.

Es por eso que nuestra propuesta es clara y de resultados inmediatos:

1.     Primero, que se declare nulo el contrato con la Empresa METROMETERS puesto que es, a todas luces, un convenio ilegal, que concede a una empresa privada una atribución que, por ley, es exclusiva del gobierno municipal. De esta forma, el gobierno municipal recobrará la responsabilidad de vigilar e infraccionar en los parquímetros y los agentes que verifiquen esta medida SÍ SERÁN SERVIDORES PÚBLICOS.
2.     Que dichos servidores públicos que se encarguen de verificar el pago de los parquímetros y de, en su caso, imponer multas, estén técnicamente capacitados para que se coordinen con la Secretaría de Seguridad Ciudadana y así, quienes estarán caminando todo el día nuestras calles, no solo se encarguen de multarnos, sino también de prevenir y sancionar delitos, de proteger a los ciudadanos.
3.     Que la tarifa de los parquímetros y multas se reduzcan en 50%. Dado que ya no habrá ninguna empresa privada que se esté llevando la mitad de lo que nos cobran, que dichas tarifas regresen a la normalidad y cuesten solo la mitad de lo que hoy cuestan.

Con esto estaremos logrando que el ciudadano sea menos lastimado en su bolsillo y que, a su vez, se aumenten los servidores públicos que estén atentos a las situaciones de riesgo y con la capacidad de proteger al ciudadano en casos de robo y delitos de este tipo.

Ya estamos cansados de discursos de justificación. En ALTAVOZ queremos soluciones, pero no solo las pedimos, sino que las ofrecemos. Esta medida puede tomarse inmediatamente y con esto lograremos evitar que unos cuantos sigan enriqueciéndose a costa nuestra y que los ciudadanos nos sintamos con menos miedo.