He pasado por varios sentimientos esta noche. Estuve
emputado (perdón por la palabra, pero no encontré otra que lo describiera
mejor. Intenté escribiendo enojado o hasta encabronado, pero ninguna se
ajustaba tanto a la realidad), después triste, herido… Decepcionado.
No quiero llegar a la famosa conclusión de que “El pueblo
tiene el gobierno que merece” aunque parezca atractivo hacerlo. Porque claro
que la gente no merece eso. El señor que se levantó temprano y está esperando
el camión, con la cabeza hecha pedazos pensando en cómo le va a hacer para
poder pagar todas las malditas deudas que tiene; que trabaja 12 horas diarias
en algo que no le gusta para poder medio mantener a sus hijos y que aún así no
logra hacerlo; y que ayer, dentro de sus problemas, leyó un volante que le
prometía “Transporte público para todos los estudiantes” y decidió ir a votar
por eso, sabiendo de antemano que de todas formas los políticos no cumplen… Él no
se merece que le vean la cara. Él no sabe que es presupuestal y socialmente
inviable que le paguen el transporte a todos. Él lo único que hizo fue votar
por lo que en ese momento le duele.
Todos hablamos del papel que jugarían los jóvenes en esta
elección. Hasta los políticos, fueran jóvenes o no, retomaron ese discurso. “Hoy
más que nunca, los jóvenes van a decidir la elección.” Escuchábamos que nos
decían. “Vamos a gobernar de la mano de los jóvenes” vimos en algún spot de
televisión. “Los jóvenes deben ser escuchados.” y muchos más mensajes
dirigieron a nosotros… Pero en realidad nadie hizo nada para sumarse al ideal
joven. Y cuando digo que nadie hizo nada, también me refiero a nosotros. A
nosotros que nos conformamos con que nos permitieran pegar calcas y ser brazos
operativos. A nosotros que jamás levantamos la voz ante una mala idea, un falso
discurso o un espacio simulado para nosotros. No es culpa de una persona, todos
le aportamos un poco a la construcción de esa gran mentira llamada “política
joven”. Y ahí estábamos muchos de nosotros, utilizando discursos que bien
pudieran decirlos nuestros abuelos, del bien común, de la libertad, de la
igualdad, del PRI de hace 40 años, de Díaz Ordaz y de los estudiantes del 68,
cuando el joven ciudadano actual nació desconfiando de palabras tan grandes y
viejas como esas.
Y después del emputamiento y la decepción, tanto de lo que
nos faltó hacer a nosotros, como de la mala decisión que tomamos como nación, no
sé cómo ni por qué, pero pasé a la esperanza.
¡Puta madre!, pensé (no sé si solo sea yo, pero a veces uno
piensa en groserías). “No hemos perdido nada. Al contrario. Nos dieron una sacudida
tan, pero tan fuerte que el que no despierte es porque no estaba dormido, sino
muerto y a los muertos hay que enterrarlos, porque si no apestan el ambiente”.
Si esto nos va a servir para darnos cuenta que nuestras
filas se estaban llenado de interesados, que nuestras acciones de grilla y nuestras
palabras de vejez, pues entonces Bendito Seas Peña Nieto. Esto vendrá a ser
como aquel fuerte accidente en la vida de un joven que ya estaba perdiendo el
rumbo y que ese golpe de vida lo hizo volver y recuperar lo que parecía
perdido.
Bendito seas porque tu falsa sonrisa, tu discurso mentiroso y todo lo que
representas, ha hecho que jóvenes que nunca antes se habían animado a alzar la
voz, hoy te van a gritar cada vez que puedan.
Bendito seas porque despertaste
un movimiento como el #YoSoy132 Pero sobre todo, Bendito seas porque acabas de accionar algo
más grande y más fuerte… nos acabas de dar una razón más para luchar a los
jóvenes, a los que sí tenemos ideales y a los que no vas a
poder parar.
Bendito seas, porque a ti te vamos a ofrecer el doble de
sensibilidad, de trabajo y de preparación, para que en 6 años, ese mismo señor
que está esperando el camión tenga información y educación suficiente como para
no permitir que le vuelvas a mentir y entonces sí podamos afirmar que el pueblo tiene al gobierno que se merece.