lunes, 3 de mayo de 2010

Mi primera vez


Todo empezó cuando realizaba una cirugía a cajón abierto de mis memorias. Esto no suele ocurrir con frecuencia porque más bien respeto ese lugar. Lo abro de vez en cuando, pero más bien lo hago para meter algo y temeroso vuelvo a cerrarlo, no vaya ser que algo se escape.

Sin embargo, hoy decidí entrar ahí. Así es que me armé de valor, respiré profundo y comencé con la exploración.

El reporte final arrojó resultados bastante difíciles de interpretar por su nula similitud de variables. Y con razón, pues cómo puedes dar una conclusión cuando hubo carcajadas, pero también nudos, sonrisas, pero suspiros también… sobre todo suspiros.

Lo mejor de la operación vino cuando te encontré. Estabas a punto de romperte, olvidado, sucio y maltratado y sin embargo eres muy importante para mí. Eres lo primero que escribí en mi vida.

Cuando comencé a leerte me detuve un poco para hacer la reconstrucción de los hechos. Fueron más de 5 años atrás. Fue un día lleno de nostalgia, como habían sido los últimos anteriores. Mi cabeza estaba clara, organizada y dispuesta, pero mi corazón no. Los sentimientos de aquel día llegaron al límite, tomé las llaves de mi carro y conduje a donde sea. Estaba buscando el lugar más solo del mundo, donde no hubiera movimiento, donde nadie me viera, donde pudiera solo sentir. Cabe decir que no lo encontré, pero en su defecto me detuve en el estacionamiento de Plaza San Isidro. La actividad de la plaza había terminado, excepto la de la Farmacia Guadalajara que no se detendría nunca, pero estaba tan lejos de mi que no me iba a importunar en lo que tenía que hacer.

Así es que comencé. Saqué una pluma y una hoja y empezaron mis primeras oraciones.

En el tiempo que llevo escribiendo ha habido dos momentos que cambiaron mi vida. El primero, sin duda, fue aquel día cuando descubrí una nueva pasión; y el segundo sería el día de hoy, cuando la redescubro. Y digo que la redescubro porque al leer ese pequeño primer escrito me doy cuenta de lo malhecho, irrelevante y estúpido que es lo que escribo. Reviso y reviso mi “gran obra literaria” y reafirmo que si de algo carece, es de interés.

Mucho tiempo después de mi primera vez, empiezo a entender que lo que yo consideraba como “mi forma de cambiar al mundo” es algo que no lo hace, ni siquiera infinitesimalmente. Me doy cuenta que la vida sería precisamente igual con o sin mis escritos y que a nadie le importa lo que exprese o deje de expresar.

Lo mejor de todo es que al encontrar mi primer escrito y compararlo con los de hoy, puedo ver que no han cambiado mucho, siguen siendo intrascendentes y mediocres, pero por eso, justamente por eso es que disfruto tanto hacerlo.

Y mientras siga teniendo hojas, plumas y sentimientos, seguiré haciéndolo. Seguiré encontrándome solo en un estacionamiento siendo auténticamente yo y nadie más, seguiré encontrando a Dios en cada palabra que dibujo, seguiré cambiando al mundo mediante la forma más inefectiva e improductiva, pero también la más mía.

Alejandro Hermosillo, 3 de mayo de 2010