lunes, 19 de octubre de 2009

Ciudada-NO


Leí un artículo publicado en Público-Milenio llamado "Ciudada-NO"y me pareció importante compartirlo con todos ustedes.

Creo que la virtud de los buenos escritores es poder plasmar con las palabras correctas lo que muchos tenemos en mente, pero no podemos aterrizar, de manera que cuando lo leemos lo encontramos cercano a la perfección. En esta ocasión con un tema tan simple y del cual muchos nos percatamos, Frank Lozano, uno de los escritores más objetivos que Milenio permite, logra provocar esa sensación en mi y espero que también en ustedes...

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Ciudada-NO
Por Frank Lozano

No a la Villa Panamericana en el parque Morelos. No a la línea dos del Macrobús. No a la edificación de los nuevos puentes elevados. No al cierre de calles en distintos puntos de la ciudad. No a la construcción de infraestructura en el Parque Metropolitano. No a la presa de Arcediano. No a la edificación de torres de departamentos en diversas zonas de la ciudad. No a la presa El Zapotillo. No a la urbanización del predio El Disparate. No a moteles, gasolineras y antros. No a al paquete de reformas presupuestales del gobierno federal.

Disentir es algo más que un derecho. Es un síntoma democrático positivo que supondría de parte de quien disiente, una posición crítica, informada y reflexiva respecto a un tema. El disenso se convierte así en un elemento natural de negociación y en un instrumento político que permite a las partes caminar en pos de un acuerdo.

El punto es, hasta donde la oposición a las iniciativas del gobierno son un rechazo, no a sus obras y proyectos, sino al gobierno mismo. O bien, hasta qué punto es necesario reinventar fórmulas de diálogo social que permitan que el disenso se transforme en consenso a través de la negociación y la gestión social.

Hay indicios de que algunos de los No que circulan por las calles pudieran ser un rechazo al gobierno. Cómo nos explicamos que una camioneta de lujo estacionada en un barrio residencial porte una calcomanía que dice “No al Macrobús”; o que se diga que los puentes atirantados incrementarán en automático el parque vehicular, cuando la realidad es mucho más superficial y llana: en nuestra ciudad el automóvil significa estatus y mientras alguien tenga dinero para adquirir un vehículo, lo hará a pesar de que la ciudad esté colapsando.

El no paraliza el diálogo y rompe el acuerdo social. Hay un momento en que decir “no” es una forma encubierta de olvido y desinterés. El no sistematizado conduce a la sociedad a una ruptura sistemática con la autoridad y en esa medida es una autocondena. México está transitando al “no” sistémico como respuesta a los actos del gobierno, porque la herramienta del consenso-disenso ha sido desplazada por el eterno factor del cortoplasismo, y de los intereses fractales.

No asistimos al edén de una sociedad organizada, no estamos en los umbrales de una masa crítica generalizada. Observamos la degradación de la vida pública en manos de sus actores. Gobierno y ciudadanos ensimismados, hartos uno del otro. Incomunicados y estupefactos ante el comportamiento de cada uno. Apóstoles cada cual de sus causas y visiones. Incapaces de mirarse de frente.

Este es el gran problema: el no por el no. Nadie quiere ver, pensar, ni plantear cómo sí avanzamos en los temas públicos. Cómo sí construimos acuerdos que resuelvan los problemas comunes. Cómo se tienden puentes, primero verbales y luego físicos. Una sociedad del No es aquella que ya no está dispuesta a hacer ningún sacrificio y eso se verifica en el nulo avance en la separación de la basura, en la evasión fiscal, en la corrupción. Un gobierno obcecado en su visión tiene como destino la indiferencia y el rechazo ciudadano. Y hoy en día, en eso estamos.

http://impreso.milenio.com/node/8655793